miércoles, 12 de octubre de 2011

El origen y la evolución de la Geomorfología anterior al siglo XX

Los orígenes de la Geomorfología, como los de otros sectores científicos, son bastante confusos y se remontan a las observaciones e interpretaciones realizadas por filósofos y pensadores clásicos antes de la era cristiana, especialmente su foco emisor, al igual que otras muchas ramas de la ciencia, se localiza en la civilización griega. Según señala Holmes (1965), los pensadores griegos, a pesar de sus importantes descubrimientos en el campo de las Matemáticas o la Astronomía, consideraban los fenómenos naturales como manifestaciones de origen divino, personificados en varias ocasiones. Sin embargo, diversos filósofos mantenían la tradición del estudio de los fenómenos naturales en la razón y en la observación, como fue el caso de Thales de Mileto (624-565 a.C.), Anaxágoras (500-428 a.C.), que señaló la lentitud de las manifestaciones terrestres en relación a nuestra existencia en el mundo e indicaba que el Sol era el agente elevador del agua que cae posteriormente en forma de lluvia (primeras reflexiones sobre el ciclo hídrico), o el propio Platón, aunque mantenían hipótesis acerca del origen del agua que se basaban en el origen de una caverna rellena de agua en continuo movimiento donde partían todos lo ríos y a la que tornan sus aguas. Esta determinación fue basada a partir de la observación del paisaje kárstico de Grecia. Estas ideas fueron tomadas posteriormente por los romanos como se indica en la Historia Natural de Plinio el Viejo (23-79 d.C.).

Durante los años posteriores, hubo una paralización generalizada del desarrollo científico, que no retornaría hasta el siglo XVI. Durante estos años, reinaron las ideas catastrofistas y cataclismicas en varios ámbitos de la ciencia amparadas por el pensamiento religioso dominante en la época. En concreto, la argumentación del Diluvio Bíblico fue el dogma dominante para la explicación de los fenómenos naturales en la esfera terrestre.

Estas ideas catastrofistas en el ámbito de la Geomorfología encontraron su contrapunto en las ideas uniformistas emitidas a finales del siglo XVIII, con la aparición del actualismo de Hutton (1726-1797) en su “Teoría de la Tierra”, ideas posteriormente desarrolladas por Lyell (1797-1875) en su libro “Principios de Geología” estableciendo las bases de la Geología moderna basadas en la transformación del relieve a partir de procesos de enorme lentitud similares a los que se desarrollan en el presente acuñando a la erosión, a la meteorización, a la sedimentación o al transporte fluvial un protagonismo relevante en el transcurso de dichos procesos. En esta época, Playfair publicó en 1802 su obra “Ilustraciones de la Teoría Huttoniana de la Tierra” estableciendo, a partir de la obra de Hutton, la célebre Ley de Playfair. Durante esta época, defensores de las hipótesis catastrofistas, como los clérigos Buckland y Sedgwick, argumentaron una explicación errónea de la existencia de glaciares y valles colgados alpinos por parte de los uniformistas, concluyendo que solamente se podía explicar a partir del Diluvio Universal. La lenta implantación de las ideas contrastadas de Lyell y la edición del libro de Agassiz (1807-1873) “Estudios sobre los Glaciares” en el que se recogían ideas de predecesores como Scheuchzer, Martel, de Saussure y Charpentier sobre la importancia del hielo en la erosión, sedimentación y modelado de los valles glaciares pusieron fin a la argumentación catastrofista. Con el desarrollo de las teorías de Ramsay (1862), el uniformismo se estableció como la gran rama argumentativa de la Geomorfología moderna, dando paso, a principios del siglo XX, al desarrollo de modelos explicativos de la evolución del relieve. En especial cobra importancia las obras de Penck, King, y especialmente Davis, considerado actualmente como el padre de la Geomorfología moderna.

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