El término greenwashing, rentat verd o engaño verde, fue acuñado por Westervelt Jay en un ensayo de 1986 sobre la industria hotelera y la práctica de la colocación de pancartas en cada habitación, donde se promocionaba la reutilización de toallas con el pretexto de “salvar el medio ambiente”. Westervelt señaló que, en la mayoría de los casos, las industrias o empresas realizan ningún o poco esfuerzo para reducir el desperdicio de energía y que el objetivo real de esta “campaña verde” por parte de muchos hoteleros, les supone un aumento de los beneficios.
El término se utiliza generalmente cuando mucho más dinero o tiempo se utiliza para hacer publicidad verde, en lugar de gastar recursos en prácticas ecológicamente racionales.
Un problema que termina desembocando en greenwashing es la elevada cantidad de sellos o etiquetas ecológicas o ambientales que tienen los productos que buscan una certificación verde.
Se supone que los sellos o etiquetas deben orientar al consumidor sobre cuál es la opción de compra más idónea, pero (siempre hay un pero) el hecho de que haya tantos tipos de certificaciones (europeas, territoriales, privadas, etc.) perjudica, más que beneficia, al consumidor. En la mayoría de casos no se reconocen las etiquetas, ni se sabe que indican.
Otro gran ejemplo son las bolsas de patata:
Las bolsas de plástico convencionales (en cuya fabricación se emite mucho CO2 y que tardan cerca de cien años en descomponerse en la naturaleza) pueden ser recicladas depositándose en el contenedor de basura amarillo para envases. En cambio este nuevo tipo de bolsas de patata, ¿Dónde se tiran? Una vez llevan al final de su vida útil, se entiende que estas están fabricadas para llegar a una planta donde pueda transformarse en compost con los desechos orgánicos; el problema es que en la mayor parte de España no se separa la basura orgánica de los domicilios. Una bolsa biodegradable no puede ir al amarillo para ser reciclada y tampoco debe ir a un contenedor de orgánico (en los pocos lugares donde los hay), pues no da tiempo a que se descomponga con el resto de compost. Entonces, ¿Qué hacemos con estas bolsas?
“No tenemos respuesta para esa pregunta hoy en día, estamos investigando y trabajando en ello con el Ministerio de Medio Ambiente”, responden desde Ecoembes (www.ecoembes.com) empresa dedicada al reciclaje.
La conclusión es que de cada vez nos resulta más difícil distinguir entre las empresas que quieren ofrecer un producto o servicio diferente y las que están utilizando una “cortina verde” para ocultar una conducta perjudicial para el medio ambiente.
Está claro que en lo "eco" hay mucho marketing, semiverdades y caminos a medio recorrer. Siempre me ha parecido que mucho antes del reciclaje debía ir la reutilización. Cuando yo era pequeño recuerdo que los cascos de cristal de las cervezas se guardaban, se llevaban vacios a la tienda, y te devolvían el dinero, tal y como se hace con los refrescos en los bares. Ahora con suerte se tira el casco en un contenedor, se transporta, tritura, desinfecta, funde de nuevo, y transporta a la misma fabrica. Sin sentido.
ResponderEliminarMe suena que no se en que países se hace eso, que si devuelves el envase, te devuelven dinero. A ver si me informo!
ResponderEliminaren alemania al menos es así, y me apostaría unas cervezas en botellín retornable a que en mas paises nordicos es igual. Estoy buscando un articulo muy interesante acerca de los envases, pero para variar no lo encuentro....
ResponderEliminarLo encontré! Copio y pego el trozo que viene al caso:
ResponderEliminarHasta ese entonces era costumbre utilizar envases retornables por lo que tanto cervecerías como fabricantes de bebidas gaseosas debían de estar cerca de sus consumidores, existía poca competencia nacional debido a la logística de recogida de envases. Los grandes fabricantes vieron en los envases no retornables la oportunidad de poder competir a lo largo y ancho del país sin preocuparse del retorno, por lo que las grandes cervecerías y fabricantes de bebidas se aliaron con American Can Company (principal fabricante de latas) y con Owen Illinois (principal fabricante de botellas) para comenzar con la orgía de envases no retornables.
La reacción de los gobiernos estatales ante semejante atentado a la salud pública y a los servicios de recogida de basuras no se hizo esperar y ya en 1954 estos envases fueron prohibidos en el estado de Vermont. Entonces la American Can Company, Owen Illinois, Coca Cola, Pepsico y la asociación de fabricantes de cervezas se unieron para crear una campaña maquiavélicamente denominada “Keep America Beautiful”. La campaña culpabilizaba del problema de tanta lata y botella tirada por todas partes a las personas que las tiran (que es cierto) , pero casualmente no mencionaba al que las fabrica e inunda el mundo de ellas, que también tiene su parte importante de culpa. Gastaron cientos de millones en publicidad por radio, televisión y medios escritos “concienciando” al pueblo de la necesidad de “no ensuciar”. Inclusive llegaron a repartir millones de contenedores de diferentes colores para poner en la cocina: ¿ a que suena familiar ?. El lema utilizado era: “Las personas son las que contaminan….las personas lo pueden parar”, equiparando al que tira una lata o una botella con un traidor a la patria o alguien que no quiere a su mamá, mientras las plantas de American Can y Owen Illinois operaban en tres turnos vomitando decenas de millones de botellas y latas no retornables al día. Emanuel Goldstein estaría orgulloso.
Fueron más de veinte años de machacona campaña donde traspasaron a las personas y a los políticos la responsabilidad sobre tanta basura, les hicieron creer que ensuciar o no ensuciar era una cuestión personal o de civismo, mientras que la producción masiva de cosas no retornables o desechables y sobre todo la práctica cotidiana de la obsolescencia planificada en todo lo que se produce nunca fue cuestionada.
Fueron ellos mismos los que establecieron las bases del movimiento ecologista liberal (eufemismo para ecologista gilipollas) que hoy domina el pensamiento del reciclado. De esta forma se desmarcaron del problema, culpabilizaron a la ciudadanía llamándolas poco menos que cerdos y transfirieron el problema a los diferentes gobiernos municipales y sus servicios de recogida de basura a la vez que sus beneficios aumentaban astronómicamente al quedarse con el negocio de las empresas locales que si tenían que recoger sus botellas. Mejor ejemplo de privatización de beneficios y socialización de costes solo existe en el sector bancario.
Pregúntense el por qué se hace tanto énfasis en el reciclado y tan poco énfasis en la obsolescencia planificada; práctica de uso generalizada en la industria donde la totalidad de lo que hoy día se produce se encuentra diseñado para ser tirado a la basura al poco tiempo. ¿Por qué no se prohíbe todo tipo de envases no retornables ?, ¿ Por qué no se persigue a los de las impresoras ?, ¿ Por qué no se establecen normas mínimas de duración de los electrodomésticos, de los coches, aparatos electrónicos, de todo ?. Si de verdad queremos ahorrar recursos y generar menos basura este es el camino.